sábado, 14 de noviembre de 2009

HISTORIA DE LA CIUDAD DE LAS TRES CULTURAS

Toledo (del latín Toletum; en árabe: Tulaytulah; en judeoespañol: Toldoth -pueblos, en hebreo-; en mozárabe: Tolétho) es una ciudad que se encuentra en la España central, capital de la provincia homónima y de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha. Además, el municipio es considerado individualmente como una comarca en la división realizada por la Diputación Provincial,[12] aunque desde un punto de vista estrictamente de geografía física la ciudad es puerta de la comarca natural de la Sagra, que tradicionalmente se ha considerado que comenzaba en la propia puerta de Bisagra.[13]
Toledo es conocida como La ciudad de las tres culturas, por haber estado poblada durante siglos por cristianos, judíos y árabes, así como "La ciudad Imperial", por haber sido la sede principal de la corte de Carlos I de España en los reinos hispánicos.
La ciudad está situada en la margen derecha del
Tajo, en una colina de cien metros de altura sobre el río, el cual la ciñe por su base, formando un pronunciado meandro conocido como Torno del Tajo. Tiene una configuración dispersa con barrios muy separados del núcleo principal: el de Azucaica, en la orilla derecha del río y que tiene su origen en una antigua pedanía de la ciudad, dista unos 7 Km. del centro de la ciudad, mientras que el de Sta. María de Benquerencia, situado prácticamente enfrente del anterior en la margen izquierda del Tajo, sitúa su centro a unos 8 Km. del de la ciudad.
La historia de la ciudad se remonta a la
Edad del Bronce. Fue un importante centro carpetano hasta su conquista romana en 193 a. C.. Quedan diversos restos de la actividad romana en la ciudad, como el acueducto o el circo. Tras las invasiones germánicas, la ciudad se convertirá con Leovigildo en capital, y posteriormente, principal sede eclesiástica, del Reino Visigodo. En el año 711 Toledo es conquistada sin apenas oposición por los musulmanes dirigidos por Táriq ibn Ziyad. Durante el dominio musulmán, la antigua capital visigoda se caracterizó por su oposición e individualismo, concretado en la Taifa de Toledo. Alfonso VI reconquista la ciudad en 1085. Durante la edad moderna la ciudad destacó como sede de los Reyes Católicos y por su participación en la Guerra de las Comunidades de Castilla. Al trasladarse la corte a Madrid en 1563 la ciudad entró en decadencia, acentuada por la crisis económica del momento. Ya en época contemporánea, Toledo y más concretamente su Alcázar se convirtió en un símbolo de la Guerra Civil durante su largo Asedio del Alcázar. En 1983 se convirtió en capital de Castilla-La Mancha, manteniendo la capitalidad de la provincia homónima.
Toledo cuenta con numerosos lugares de interés y es
Patrimonio de la Humanidad desde 1987. Entre ellos destacan el Monasterio de San Juan de los Reyes, gótico isabelino del siglo XV, y la Catedral de Santa María, de estilo gótico del siglo XIII. Toledo ha sido también lugar de nacimiento o residencia de artistas como Garcilaso de la Vega o El Greco entre otros muchos.
El casco antiguo de la ciudad está situado en la margen derecha del río
Tajo, en una colina de cien metros de altura sobre el mismo, el cual la ciñe por su base, formando un pronunciado meandro conocido como torno del Tajo. El punto que este meandro no cierra es la única entrada natural con que cuenta la ciudad, sobre la que se construyeron las carreteras que enlazan la ciudad con Madrid y Ávila.
Desde mediados del
siglo XIX comenzó la expansión fuera de las murallas; primero en los alrededores de la estación de ferrocarril para despegar definitivamente desde finales de los años 40 del siglo XX por la vega del Tajo, con la construcción del Poblado Obrero[16] de la Fábrica Nacional de Armas y sobre todo siguiendo el eje que formaba la carretera N-403. Desde principios de los años 60 se acentuó aún más la expansión por esta vega, a raíz de la construcción de la Residencia Sanitaria de la Seguridad Social.
En la
década de los 70, con la creación por parte del Ministerio de la Vivienda del Polígono de Descongestión de Madrid (hoy barrio de Santa María de Benquerencia) se inicia la expansión del núcleo urbano siguiendo la margen izquierda del río sobre la carretera N-400, hasta convertirse en el barrio más poblado de todo el municipio.
En la actualidad el municipio de Toledo tiene una configuración muy dispersa, existiendo barrios separados del núcleo principal de la ciudad por amplios espacios abiertos, como ocurre con los barrios de Santa María de Benquerencia o Azucaica, una antigua
pedanía situada en la margen derecha del Tajo, que están separados de la ciudad alrededor de 3 km. La aparición de estos nuevos barrios ha provocado simultáneamente un paulatino abandono del antiguo recinto amurallado al trasladarse la población a los nuevos barrios nacidos desde los años 60.
Historia
El primer asentamiento fijo que se conoce en la ciudad es una serie de
castros, sobre los que después se levantó la ciudad celtibérica amurallada, uno de los más importantes centros de los carpetanos. Uno de estos primeros asentamientos se sitúa en el Cerro del Bú (sobre un cerro de la orilla izquierda del río Tajo), del que se han obtenido numerosos restos en excavaciones realizadas, y que se pueden observar en el actual Museo-Hospital de Santa Cruz, en Toledo.
En el año
193 a. C. y tras una gran resistencia, Marco Fulvio Nobilior conquista la ciudad. Los romanos la reconstruyeron y la denominaron Toletum, en la provincia de Carpetania. La ciudad desarrolló una importante industria del hierro que la llevó a acuñar moneda. La zona donde se asentaba la ciudad sufrió un profundo proceso de romanización, como atestiguan los numerosos restos de villas romanas, especialmente en la ribera del Tajo.
Los romanos dejaron numerosos vestigios en la faz toledana, como un imponente
acueducto, del que únicamente se conservan las bases a ambos lados del Tajo, una vía romana, parte de la cual se puede ver en las laderas de los cerros de la margen izquierda del río, y un circo, ubicado en un parque público y parcialmente desenterrado. Existen otros muchos vestigios que, pese a estar dados por desaparecidos en muchos casos, es muy probable que se encuentren en el subsuelo de la urbe, tales como el teatro (ubicado en el solar inmediato al circo y que actualmente ocupa un colegio), el anfiteatro (bajo el barrio de Covachuelas), una importante infraestructura hidráulica (como los vestigios que quedan al lado de la puerta donde se accede a la mezquita del Cristo de la Luz), numerosas calzadas (como las recientemente encontradas a 7 metros aproximadamente de profundidad bajo el jardín de la Mezquita anteriormente mencionada), así como termas, aliviaderos, villas, etc.
Hay que destacar que la mayor parte de estas construcciones históricas fueran desmontadas, siendo los
sillares aprovechados para la construcción de otros edificios y para la muralla que rodea la ciudad, si bien, posiblemente la mayor riqueza arqueológica de Toledo se encuentre enterrada bajo su subsuelo.
Tras las primeras incursiones
germánicas, se reedificaron la antiguas murallas con objetivos defensivos; a pesar de ello en el año 411 la ciudad fue conquistada por los alanos, quienes fueron a su vez derrotados por los visigodos en el año 418. Una vez hubo vencido a su rival Agila, Atanagildo estableció su corte en la ciudad y posteriormente, con Leovigildo, se convirtió en capital del reino hispanogodo y en arzobispado, con lo que adquirió gran importancia civil y religiosa (como prueban los Concilios de Toledo). Muy cerca de Toledo, en la villa de Guadamur, se halló el Tesoro de Guarrazar, excepcional conjunto de coronas votivas de los reyes visigodos.
En el año
711 fue conquistada por Táriq ibn Ziyad y sometida al dominio musulmán. La toma de la ciudad fue llevada a cabo sin dificultades, mediante capitulación, ya que gran parte de la población había huido.[18] Los árabes la llamaron Tulaytula (en árabe طليطلة ).
El predominio de gran población
mozárabe la convirtió enseguida en un foco de continua preocupación para Córdoba. En 797 (según Claudio Sánchez-Albornoz en 807 y 800 según otras fuentes), durante el emirato de Alhakén I, estalló una sublevación contra Córdoba. El emir envió al muladí oscense Amrús ben Yusuf (llamado Amorroz en las crónicas cristianas) para someter la ciudad. Amrús diezmó a los muladíes locales mediante un cruel ardid. Se trata del suceso conocido como la jornada del foso. Amrús organizó un banquete en el palacio del gobernador e invitó a comer a los muladíes principales de la ciudad. A las puertas de la residencia, hizo apostar unos verdugos y, a medida que iban llegando los invitados, se les cortaba el cuello, siendo arrojado el cadáver a una zanja (de aquí el nombre con que es conocido el episodio). De esta manera, el emir consiguió someter por un tiempo al pueblo toledano. No obstante, éstos volvieron a rebelarse en el 811 y en el 829, después de su muerte.
Finalmente,
Abd al-Rahman III aplastó la endémica rebelión de la ciudad de Toledo en julio de 932, tras un asedio de dos años, sometiéndola al califato cordobés. Al desintegrarse el califato en el siglo XI, Toledo se convirtió en un importante reino de taifa, que no obstante, tuvo que pagar parias a los reyes de Castilla para mantener su independencia.
El
25 de mayo de 1085, Alfonso VI de León y Castilla entra en Toledo, mediante un acuerdo previo con el Taifa que la gobernaba. Mediante el acuerdo de capitulación, el rey castellano y leonés somete al reino, garantizando a los pobladores musulmanes la seguridad de sus personas y bienes. El rey concedió fueros propios a cada una de las minorías existentes: mozárabes (Toledo era un importante centro mozárabe, con liturgia propia, la hispano-mozárabe, que aún se conserva), musulmanes y judíos, posteriormente refundidos por Alfonso VII en el Fuero de 1118. Tras la conquista de la ciudad, sobrevino el periodo de mayor esplendor de Toledo, de una gran intensidad cultural, social y política. La Escuela de traductores de Toledo, floreciente durante los siglos XII y XIII, así como las numerosas obras de arte civiles y religiosas, las cuales dejaron una importante huella en la ciudad.
Tras la conquista, se toleró la práctica religiosa de las comunidades judía y musulmana, pero esta actitud tolerante no duró mucho tiempo. Los cristianos construyeron la nueva catedral sobre la mezquita mayor, que a su vez se levantaba sobre la antigua catedral visigoda.
Durante la guerra civil castellana Toledo luchó al lado de
Pedro I y, tras sufrir un largo asedio, fue tomada en enero de 1369. A lo largo de toda la Edad Media la ciudad fue creciendo: en el siglo XIV recibió privilegio ferial y en el XV se convirtió en uno de los principales productores pañeros castellanos, actividad que se sumó a las ya existentes de acuñación de monedas, fabricación de armas, industria sedera, etc. En esta expansión participó de forma activa la población judía, hasta su expulsión en 1492.
Los
Reyes Católicos urbanizaron y engrandecieron la ciudad, y en la catedral toledana se proclamó a Juana y Felipe el Hermoso como herederos de la corona castellana en 1502. Isabel la Católica mandó construir en Toledo el monasterio de San Juan de los Reyes para conmemorar la batalla de Toro y ser enterrada allí con su marido, pero tras la reconquista de Granada los Reyes decidieron enterrarse en ésta última ciudad, donde sus restos descansan hoy.
Fue una de las primeras ciudades que se unió a la
revuelta de las Comunidades en 1520, con dirigentes comuneros como Pedro Laso de la Vega y Juan de Padilla. Tras la derrota comunera en la batalla de Villalar, los comuneros toledanos, dirigidos por María Pacheco, la viuda de Padilla, fueron los que más resistencia opusieron a los designios de Carlos V, hasta su rendición en 1522. Toledo se convirtió en una de las capitales del imperio.
Posteriormente, con la decisión de trasladar la corte a
Madrid, adoptada por su hijo Felipe II, en el año 1563, la ciudad perdió gran parte de su peso político y social. La ruina de la industria textil acentuó la decadencia de Toledo, que sigue a la de la propia historia de España.
La constitución de la Real Compañía de Comercio y Fábricas, en
1748, en el marco de renovaciones borbónicas inspiradas por la Ilustración, trajo un breve resurgir de la ciudad, pero a finales del siglo XVIII estaba nuevamente arruinada y reducida a funciones meramente administrativas.
Tras el comienzo de la
Guerra Civil Española, la ciudad permaneció en la zona republicana. Sin embargo, en el Alcázar, sede de la Academia de Infantería, se refugió un grupo de nacionales (1.950 personas, según el boletín El Alcázar de esas fechas, entre militares, guardias civiles y sus familias, así como un grupo de rehenes) al mando del coronel Moscardó, que resistió al Gobierno desde el 21 de julio de 1936 hasta la llegada de las tropas del general Varela el 27 de septiembre de ese mismo año. El asedio del Alcázar, episodio de resonancia mundial, fue ampliamente utilizado por la propaganda franquista. El Alcázar, casi completamente destruido en el asedio, fue reconstruido en su totalidad posteriormente.
La represión y la violencia entre los partidarios de cada bando fueron los signos característicos de la guerra y posguerra. En un primer momento, con la ciudad todavía bajo dominio republicano, se realizaron fusilamientos populares, en los que los ciudadanos eran ejecutados por la mera sospecha de ser de "
derechas" o pertenecer a la iglesia católica (estando documentada la muerte de al menos cien eclesiásticos). En uno de estos fusilamientos resultaría muerto el deán de la catedral y según la tradición historiográfica franquista, Luis Moscardó, hijo del coronel encerrado en El Alcázar. En septiembre de 1936 se instaló un Tribunal Popular en el Palacio Arzobispal. El Tribunal tuvo corta vida, estableciendo solo cuatro sumarios antes de su traslado a Madrid. Además, la vida en la ciudad era de un constante estado de guerra, con combates y bombardeos continuos en la zona de El Alcázar. Los errores en los bombardeos causaron muchos destrozos en la ciudad, sobre todo en la cercana plaza de Zocodover. Tras la toma de la ciudad por las tropas franquistas se recrudeció de nuevo la represión, especialmente con las ejecuciones en hospitales de mujeres y milicianos heridos. Hasta diciembre de 1936 la ciudad viviría en un estado de terror, liderado por las disposiciones del comandante Planas y dirigido a todos los ciudadanos que no habían colaborado con las tropas nacionales.[19]
La ciudad fue elegida oficialmente capital de la comunidad autónoma de Castilla-La Mancha, tras una votación en las Cortes, el 7 de diciembre de 1983. Para la elección, el gobierno regional encargó a José María Barreda un proceso de información y consulta a la población, las instituciones políticas y las asociaciones culturales. En la votación en las Cortes, la propuesta de Toledo recibió la aprobación de 27 diputados (los 22 socialistas y los cinco del Grupo Popular de Toledo), tres en contra (los populares conquenses) y 12 abstenciones.[20]

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